Se acercan peligrosamente las navidades y por lo menos a mí ya empiezan a entrarme esos
miedos y tembleques, esos nervios por juntarme de nuevo con toda la familia un
año más. No me malinterpretéis cabecitas, me encanta juntarme con mi familia, y
no me disgusta la navidad, pero estas fiestas, en mi casa suelen parecerse más
que a una dulce dulce Navidad a Hiroshima, o a la guerra de Vietnam. Siempre
siempre pasa algo, siempre alguien acaba llorando, más bien más de uno, y no de
emoción navideña, no por el típico vuelve a casa por navidad, y tampoco es raro
que alguien acabe en el hospital por algún ataquito de nervios y /o subida de
tensión.
No nos solemos juntar muchos, menos mal, reducimos el aforo a 8
personas máximo (los niños no los cuento), y los días a 3 máximo. Hemos aprendido que reduciendo los días y el
número de personas se reducen los disgustos, los ingresos hospitalarios y los
menús navideños que tantas discusiones generan.
Forman parte de tan movidas vacaciones mis abuelos, mi madre y el
Sr. P, mi tío, su mujer y sus dos niños de 3 y 5 años (terror!) y mi pareja o
expareja y yo. Si cabecitas digo pareja o expareja porque ando ahí que no ando,
ando ahí que no se, nos hemos dado un tiempo, un kit-kat estamos en periodo de
separación eterno, estamos que no estamos. Pero tiene que venir hemos quedado
en eso, porque a mi abuela le puede dar tal jamacuco que no es plan de que nos
la carguemos en navidad entre belenes y villancicos, que esta la mujer
delicada, es lo que tiene esta época, que es sensible a las malas noticias.
Mi familia tiene un “background” psiquiátrico delicado, mi abuela
es maniaco depresiva, tiene manía persecutoria y sufre de miedos y de pánicos
constantes, sufre constantemente y se preocupa por todo, lo de sufrir miedos y
pánicos también lo padecen mi madre y mi tío, sobre todo sobre todo mi tío con
respecto a sus hijos, se cree constantemente que se van caer, que se van a
resfriar, que se van a ahogar con una longaniza, con los panchitos, que se les
va a caer encima una maceta (y no tenemos macetas), que se van a meter dentro
de la chimenea y los va a succionar, que se van a tragar una pieza del belén,
que se los va a comer Papa Noel, que se van a atragantar con un polvorón, que
les va a pisar un camello, que se los va a llevar el coco por la noche… es un
sin vivir. Y lo peor es que me traslada a mi esos miedos con mi niña salvaje y
no me deja en paz, mi monito que va descalza, subida por los sofás, sin
chaqueta, tocándolo todo metiéndose los bombones de dos en dos en la boca,
saliendo a la terraza nevando.. a mi tío le entran los mil sudores y a mí me da
la risa. Yo estoy tranquilísima, sus niños están siempre malos, y la mía más
fuerte que el vinagre.
Su mujer es para darle de comer aparte, y no me refiero a en otra
mesa, porque come siempre con la boca totalmente abierta y haciendo más ruidos
que un tren de mercancías. Es una fábrica de palabrotas. Una auténtica máquina
de decir tacos. Siempre, todos los años tenemos los sitios asignados, y el Sr.
P tiene la suerte de tenerla enfrente. La cara del Sr. P con su educación y
rectitud es un poema. Me caguen la P… que buenas las gambas! Ostia p…. no hay
mayonesa? Joder que frio. Niño coño no te muevas. Es capaz de decir en una
frase de 10 palabras 8 tacos. Ni intentándolo
aposta es fácil conseguirlo, es un hacha, una autentica profesional de la
blasfemia. Mi madre y yo evitamos mirarnos por miedo a un ataque de risa
inoportuno mientras el Sr. P cogiendo cada vez un color más blanquecino-verdoso
se pasa una de las servilletas bordadas por la frente.
Las navidades pasadas tuve la maravillosa idea de encargarme yo del
menú. A que mala hora. Como cada vez me gusta más la cocina y el menú navideño
en mi casa cada año era más desastroso y se llevaban pasando la pelota de año
en año unos a otros hasta que acabaron contratando caterings, decidí ofrecerme.
Tampoco voy a entrar en detalles, pero prepare un surtido de unas 6 o 7
entradas muy muy curradas que llevaba estudiando unas dos semanas antes de la
fecha. Me lo tomé con muchísima ilusión, pero como es de esperar fue un auténtico
desastre. No las entradas en sí, sino la respuesta de gente. El Sr. P. y mi “pareja”
fueron los más listos, decidieron quitarse de en medio ambos días, nochebuena y
navidad, se fueron a esquiar porque el pueblo de mis abuelos está cerca de las
pistas. Y llegaron a las tantas a comer, el día de nochebuena comieron fuera.
Mientras yo, encerrada en la cocina tenía que aguantar los comentarios de todo
el mundo. Mi tío entraba sin parar diciendo ¿qué es esa porquería? A mí eso no
me gusta. Aquí falta comida, nos vamos a quedar con hambre... Mi abuela
diciendo que para que me cargo con tanto trabajo, que eso la gente no se lo va
a comer, que va a sobrar comida… Y lo que acaba por reventarme es escuchar a mi
abuelo decirle a mi abuela por lo bajito no sé qué narices hace ahí metida
tanto rato total “pa na” o algo así. Mi abuelo es muy buena persona, pero de
pocas palabras. No me hablo prácticamente con él, por no decir nada. Desde que
un día hace muchos años, en plena juventud rebelde, me dijo, muy serio: vas a matar
a tu madre de un disgusto. Todo lo que él dice, como es tan poco me llega al
alma. Y yo que ya estaba que saltaba, pues reventé y me puse a llorar con un
cabreo monumental, porque nadie estaba valorando que llevaba pensando el
puñetero menú dos semanas, que llevaba 4 horas metida en la cocina y que lo hacía
todo por el amor a la familia. Y que ellos no hacían más que dar por saco. Le
conté a mi madre mi disgusto, mi madre les echo una bronca monumental a todos.
A mi abuela del sofoco por la bronca, porque el Sr. P y mi chico mi chico, hoy
llamémosle X, no habían aparecido a comer y los niños tocando la zambomba, se
le empezaron a poner las piernas muy moradas. Mi tío que es médico y el rey del
pánico decidió que había que llevarla a urgencias de inmediato y se fueron los
dos, a las 9 de la noche, en nochebuena a urgencias. Y allí nos quedamos todos,
con cara de sepia, o de gamba que pega más en estas fechas, yo con mi sofoco, todos
con la preocupación y a mesa puesta. Aparecieron en torno a las once y media, y
comimos como pudimos, como nos dejó el cuerpo, unas entradas con sabor a
lágrimas y un pescado pasado, que era más bien un puré de pescado. Ni siquiera
la boca abierta y las palabrotas de la mujer de mi tío nos hicieron sonreír esa
noche.
La navidad discurrió más tranquila, el Sr. P y X, volvieron a irse
a esquiar con el consiguiente tercer o cuarto disgusto de mi abuela que considera
que no son fechas para irse a ningún sitio, y menos para llegar a las tantas,
con todo el mundo esperando en la mesa. Ya se habían ido el día de nochebuena y
habían comido en la nieve, o sea que ese día ni siquiera se dignaron a comer en
casa mi madre dice que fue una de las cosas que le provocaron a mi abuela la
congestión en las piernas, mi abuela opina que para dos días que vamos al años,
son dos días que hay que estar en familia, no deslizándose por las pistas ni comiendo
alubias por pueblos perdidos. Pero oigan, en eso discrepo, las vacaciones son
para que cada uno las disfrute como mejor les parezca, y como mejor se lo
pasen, si al Sr. P y a X lo que más les gusta del mundo es esquiar pues bien
que hacen, ¿la cuestión es que en nochebuena y navidad estaban, no? Un poco
tarde pero llegaron. La que no llego a Nochebuena fue mi abuela a causa de sus
piernas moradas, que fue a causa de los disgustos por que no vinieran a comer el
Sr.P y X y a causa de mi menú con poca o con demasiada comida, depende los
ojos, y causa del pánico de mi tío a los polvorones y a las longanizas y a
causa del pánico de mi hija a su primo el mayor. Que eso no lo he contado, pero
de pánicos familiares va el asunto. Durante tres días mi sobrino el mayor, el
de 5 años, mantuvo aterrorizada a mi niña salvaje, no sé el motivo, pero le
tiene terror, y se pasó las navidades agarrada a nuestra pierna como un koala
huyendo del pobre niño que lo único que quería era jugar con ella mientras la
llamaba princesa, pero mi hija es así. La cuestión es que la casa era una bomba
a punto de explosionar por un cumulo de mil cosas superfluas que todas juntas formaban
un explosivo incontrolable. Vamos como todos los años, no sé de qué me
sorprendo. Este año han decidido que no se cocina nada. Que en nochebuena, todo
de picar comprado y en Navidad se come fuera. A ver si conseguimos que nadie
llore, y que nadie acabe en el hospital. Al final del trayecto, agotada, me
escapo a la terraza a fumarme un cigarro y coincido con la mujer de mi tío, que
curiosamente está más feliz que una perdiz y relajada fumándose su pitillo, no
me había dado cuenta hasta ahora que durante toda la estancia no se había
inmutado por nada.
-
Joder ostia tia, coño con lo de tu abuela, vaya navidades de mierda
He encontrado el secreto para liberar todas
las tensiones navideñas., hay que decir más tacos en estas fechas cabecitas,
pero eso si por favor, comer con la boca cerrada!
Bueno cabecitas locas, os deseo mucho amor navideño y mucha
paciencia para todo lo que se avecina. Abrazos!